Quitando la amargura
¿Conoces a alguien quejoso? ¿Tienes algún ser querido al que le cuesta ver lo bueno de la vida? ¿Eres tú así?

Hay dinámicas en la conducta en donde la amargura es tal que ya forma parte de la vida cotidiana. Es esa actitud crónica de ver todo el tiempo lo malo de la vida. Al punto tal, que la queja es un hábito que nos acompaña todo el tiempo.
Por su parte, la amargura es esa sensación de verle lo malo a todo produciendo, valga la redundancia, un sabor amargo en nosotros: tenemos hijos, pero no podemos disfrutarlos, tenemos una casa, pero no podemos contentarnos con ella, tenemos un auto, pero vemos que hace un ruido, tenemos amigos, pero todo el tiempo estamos viendo los defectos que tienen (cuando todos tenemos defectos).
La amargura va generando la sensación de querer apartarnos de las cosas al mismo tiempo que produce emociones totalmente perturbadoras: enojos continuos, sensaciones de ira, miedos, etc. La queja crónica va a terminar desarrollando amargura.
En una ocasión dialogaba con unos colegas psiquiatras acerca de por qué las personas tienen la tendencia a ver lo malo, como si hubiese cierto placer en ver el morbo, las malas noticias y nos llamaba la atención esto. Yo puedo asegurar que el modelo de televisión cambiaría si las personas en su intimidad aprendiéramos a erradicar la queja. Si eso ocurriese, los medios de comunicación empezarían a restringir lo malo prefiriendo hablar más de lo bueno. No hablo de negar que ocurren cosas malas sino de cambiar el enfoque y también remarcar cosas buenas que suceden.
Se trata de aprender a mirar lo bueno más que a mirar lo malo ya que el problema que estamos teniendo es que nos hemos convertido en personas con tendencia a ver el lado negativo de todo. El optimista no es un negador, no es alguien que en un mal tiempo dice “estamos bien”, sino que dice “estamos en una crisis, pero sé que se puede salir adelante, que hay un futuro mejor para mis hijos”.
Aprender a cambiar nuestro enfoque de vida y comenzar a mirar lo bueno puede llegar a hacer que cambie todo a nuestro alrededor. Este cambio, que al principio quizá parezca insignificante va a terminar afectando a las generaciones y sociedades futuras. Erradicar la amargura de nuestra vida no es fácil, pero es posible. Recuerda que el cambio empieza por tomar la decisión de cambiar.